domingo, 7 de diciembre de 2008

El Papahuevo se enamora.

FICHA ARTÍSTICA Y TÉCNICA

Reparto: Clemente Beltrán, María Castillo, Gloria Martín, Mario Plá, José, Antonio Ruiz, Raquel Sánchez.
Producción: Moisés Crespo
Arreglos y dirección musical: Ángel Ruiz
Espacio escénico: Richard Cernier y Juanfra Rodríguez
Vestuario: Cristina González
Diseño y construcción papahuevos: Richard Cernier.
Fotografía: Moisés Crespo
Escrita y dirigida por Juanfra Rodríguez
Una producción de Yokikana Teatro

De Jueves a Domingo, del 4/12 al 21/12 a las 21:00h
Sala Cuarta Pared C/Ercilla 17 (Madrid)
Reserva de Entradas: 91 517 23 17

"La historia se desarrolla en dos espacios y en dos tiempos: en un pueblo costero en Gran Canaria, en el año 1973, en el que las gentes sacan los papahuevos, sus gigantes, con sus mismas caras; y en la actualidad, en un circo. Es un circo, de esos que casi no pueden subsistir, y en el que se encuentran varios seres vivos:

• Un payaso sin gracia, y con ganas de perder de vista a su mujer.
• La mujer del payaso, una cincuentona domadora de perros, sin perros.
• Una que limpia escaleras, y que su madre la parió en una cárcel.
• Un muchacho con Síndrome de Tourette y con mucho dinero para hacer lo que le dé la gana.
• Un chapero que pasaba por allí en busca de coca dura, que es más barata.
• Una fantasma leonesa, que acabó sus días en Gran Canaria, y que ahora está aprendiendo a tocar la trompeta.
• También hay un papahuevo, que es como se llaman en Canarias a los muñecos gigantes de los gigantes y cabezudos. Es el papahuevo de una mujer que descuartizó a un hombre en el año 1973, después de tener la ocurrencia de enamorarse de otra mujer, fíjense ustedes, en aquella época con Franco todavía vivo, aunque en las últimas.
• Además hay un perro perdido con tutú.
• ...y hay amor, y desamor, y gente que cree que no merece ser amada. "





"Un papahuevo es lo que se denomina en Gran Canaria al "gigante" de los "gigantes y cabezudos". Un papahuevo no es nada ni nadie hasta que alguien se mete dentro y lo mueve, lo baila. Un gigante, un papahuevo se enamora con simpleza, sin sentido. Se enamora no por propia voluntad, y el amor es una poción, un ungüento que se mete en los ojos sin saber muy bien de donde viene. El papahuevo es un simplón, y sin saber, se atreve a amar. Creyendo que no merece ser amado, se atreve y se deja llevar, se acerca al abismo, siente el vértigo, y se ríe, y baila, y toca música. Y esto es la vida, atrverse, no tener miedo a la imperfección, confiar en que se puede ser mado en la imperfección, (...)"

Cía Yokikana.


Me encantó esta fábula sencilla y dulce sobre el amor y el desamor,rebosante de drama y de risa... rebosante de vida.

Thorn.

viernes, 7 de noviembre de 2008

I'm a poor lonesome cowboy.

John Ford me descubrio el universo del western con El hombre que mató a Liberty Valance (The man who shot Liberty Valance), poniendome en manos de los tres mejores guías que me podían conducir a través de aquel salvaje universo de leyenda: John Wayne, James Stewardt y Lee Marvin.
Después de aquello, no dudé en subir a bordo de La Diligencia (Stagecoach) ni en seguir la Caravana de Mujeres (Westward the Women) de William Wellman.
Esas fueron las tres primeras... desde entonces, no me perdía un sólo western de los que ponían en la sobremesa de los sábados, y era incapaz de verlos sin imaginarme a mí mismo, dentro de la pantalla de la televisión, galopándo a toda velocidad por la pradera.

Por supuesto, no faltaron los cómics de Lucky Luke de Morris.
Mi primera novela de Zane Grey fué Caravanas de Héroes y luego siguieron otras muchas que llenaron mis horas de lecturas adolescentes (hasta que, a decir verdad, las dejé porque me acabé aburriendo de aquellos finales pasteleros en los que el héroe acaba cabalgando hacia el sol poniente con la chica montada a la grupa del caballo).
Pero recientemente retomé con gusto el género con Pequeño Gran Hombre, de Thomar Berger (que tan maravillosamente interpretara Dustin Hoffman en la película del mismo título que dirigió Arthur Penn en 1970).




I'm a poor lonesome cowboy
by Pat Woods

{Refrain :}
Lonesome cowboy, lonesome cowboy,
You're a long long way from home
Lonesome cowboy, lonesome cowboy,
You've a long long way to roam

I'm a poor lonesome cowboy
I'm a long long way from home
And this poor lonesome cowboy
Has got a long long way to roam
Over mountains over prairies
From dawn till day is done
My horse and me keep riding
Into the setting sun

{au refrain :}

There are guys who just figure
Have a problem with a gun
And a finger on a trigger
Can be dangerous, hurt someone
But problems solve much better
By keeping calm and true
My horse and me keep riding
I ain't nobody's fool

{au refrain :}

I'm a poor lonesome cowboy
But it doesn't bother me
'Cause this poor lonesome cowboy
Prefers a horse for company
Got nothing against women
But I wave them all goodbye
My horse and me keep riding
We don't like being tied

{au refrain :}
To roam

http://www.lyrics-copy.com/

sábado, 25 de octubre de 2008

Breve reflexión teatral.

Da igual lo que ocurra en la escena, pero, pase lo que pase, tiene que pasar de verdad. Tiene que ser real.
Nosotros estamos aquí, y el personaje que queremos construir se encuentra allí-dijo Ingrid señalando una línea pintada en el pavimento como a un metro de donde ella se encontraba, sentada en el suelo y con la espalda apoyada en la pared.
Y es hasta allí, hasta esa línea, hasta donde debemos llegar, transitando por todo lo que hay en medio.
Claro que llegar hasta la línea puede dar miedo, porque más allá está la pérdida de la realidad, la locura, que se ha apoderado de tantos artistas.
Pero podemos llegar a la línea, sin traspasarla, y asomarnos un poco al otro lado, y movernos sobre ella como equilibristas, como los antiguos equilibristas. Y recoger su esencia, recoger la esencia del antiguo circo, del antiguo teatro, que hemos perdido, y que debemos recuperar porque es algo nuestro, algo que nos pertenece.
Antes los equilibristas se colgaban de los trapecios sin hilos que los sujetaran. No había arneses, y cuándo el director gritaba en la pista "ahora sin red" y redoblaban los tambores, se quitaba la red, se quitaba de verdad, y no había nada que protegiera de la caída.
Es esa sensación de riesgo, de equilibrio, la esencia del teatro que debemos recuperar y dar siempre a nuestras escenas. Que el espectador no se sienta seguro, sabiendo que es lo que va a venir a continuación.
En cambio, ahora, nosotros estamos aquí, el personaje que queremos se encuentra allí. Y nosotros, en nuestra investigación, nos conformamos con llegar sólo hasta la mitad de camino. No nos acercamos ni siquiera un poco, a la línea, preferimos quedarnos en el sitio seguro, seguro para nosotros y para el espectador.
Y para disimularlo, cubrimos al personaje con una máscara, para que parezca real.
Pero no lo es.
Nos metemos en el teatro y vemos trabajar a los actores dentro de su compleja escenografía, recitando su texto impecable, realizando sus acciones ensayadas una y otra vez..., pero si prestamos atención y tratamos de ver que es lo que están pensando, y es posible si uno presta atención, saber lo que piensa la gente, si nos fijamos vemos que su mente está en otro lugar muy alejado, tal vez estén pensando en lo que van a cenar mañana por la noche, o en donde se irán de vacaciones, pero no están en su actuación.
Y, a eso, le llamamos teatro.


Apuntes en clase de Ingrid.


Escuela de las Artes de Kilpaly.

Los Cuentos del Mono de Oro



En 1938, durante la Segunda Guerra Sino-Japonesa, Jake Cutter, ex-piloto de los Flying Tigers, se gana la vida transportando viajeros y mercancias en el archipiélago de las Marivellas, en el Pacífico Sur, a bordo de su Grumman Goose, un avión anfibio que él mismo ha bautizado como Cutter's Goose.

Le acompaña siempre su copiloto Jack, un avispado jack russell terrier, que comprende perfectamente a los humanos (hablen en inglés o en chino) y sabe hacerse entender ladrando una vez para decir "no" y dos para decir "si".

Jack tenía un valisísimo ojo falso de ópalo, que Jake perdió en una partida de cartas en Tagataya, por lo que el pobre chucho se vió obligado desde entonces a llevar un parche. Por suerte, el corazón de un perro, perdona con facilidad.

Precisamente, al salir de esta partida, y tras una serie de peleas y aventurillas de poca importancia, Jake conocerá a Sarah Stickney White, cantante y camarera que resulta ser una espía del servicio de inteligencia de los Estados Unidos y con la que iniciará un tumultuoso romance.

Jake tiene su base en la isla de Bora Gora, en la zona francesa del archipiélago. El gobernador y médico de la isla, Bon Chance Louie, interpretado por Roddy McDowall (uno de esos actores que, sin llegar a ser nunca grandes celebridades, han trabajado desde pequeños en cine teatro y televisión, dando vida a decenas de personajes a cual más dispares, desde el niño de quince años de Lassie come home (La Cadena Invisible), con Elizabeth Taylor, al chimpancé Cornelio de El Planeta de Los Simios o al Mordret del musical de teatro Camelot junto a Julie Andrews y Richard Burton), es además el gerente del Monkey Bar, donde se encuentra el ídolo dorado que da nombre a la serie.

No puede faltar, en el papel de mejor amigo de Jake, Corki, el mecánico del Cutter´s Goose, un tipo gordito, simpático, olvidadizo, borrachín y amante de las tabletas de chocolate. Ni el padre Willie Tenboom, el reverendo de la isla que, en realidad, es un espía alemán camuflado que pasa los años de la guerra en el Pacífico dedicado, más que a otra cosa, a "bendecir" a las bellas indígenas polinesas.

Parece que el único que ventea la identidad real del padre Willie, es el fino olfato de Jack: el perro se aparta siempre gruñendo de las amables caricias del falso cura, pero nadie llega a descubrir nunca el por qué de su aversión.

Para completar el elenco, la bellísima y fatal Princesa Koji (y su leal samurai, Todo), gobierna desde la isla de Matuka la parte japonesa del archipiélago de las Marivellas, disimulando malamente sus ganas de meterse en la cama con Jake Cuttler.

Los Cuentos del Mono de Oro, fue una producción estadounidense del año 1982, escrita por Donald P. Bellisario (Galáctica, estrella de combate, entre otras) parece que para aprovechar el tirón de En busca del Arca Perdida de Spielberg. En los Estados Unidos no debió tener mucho éxito, porque su nivel de audiencia no justificó el gasto de realizar una segunda temporada.

Para mí, sin embargo, que la vi a los trece años, durante las vacaciones escolares del verano de 1984, fué toda una revelación.

Aquel piloto, Jake Cutter, con su gorra de plato y su cazadora de cuero, pilotando su hidroavión y discutiendo a todas horas con el gruñón de Jack, que, en el fondo era todo un consentido... y el trópico, las increibles aventuras, Aventuras con mayúscula donde, como en los mejores comic-books, y a despecho de las posibles incorrecciones históricas (parece que los Flying Tigers no entraron en combate hasta 1941, después del ataque a Pearl Harbour) y zoológicas (la presencia de simios antropoides en una isla volcánica del Pacífico), todo era posible, todo tenía sentido y todo podía ocurrir, a condición de mantener atento al espectador los tres cuartos de hora que venía durando el capítulo...

En su día, las aventuras de Jake me hicieron buscar en vano, en el globo terráqueo de mi padre, las islas Marivellas, Bora Gora y Tagataya (descubrí, al menos, que sí existía una isla llamada Bora Bora, en la Polinesia Francesa) y dibujar en cuartillas, con lápices de colores, mis propias aventuras...

Hoy, me han servido para investigar y aprender alguna cosa más acerca de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico.

Y para volver a reirme, viendo los fragmentos de los capítulos en el Youtube.

Una de las sorpresas de internet.

(c) Sugarglider.



viernes, 25 de julio de 2008

Me siento extraño.

Todos estos días, y no se que me pasa.
Melancolía que no es melancolía, soledad que no es soledad; felicidad?, no estoy seguro.Sólo se que estoy a gusto en Australia.
Pero es que es raro.
Esta mañana pensaba que Sydney es como estar en Europa o en Estados Unidos, que es como estar muy cerca de casa, que no soy consciente de estar en otro hemisferio, a pesar de que el agua gire al revés en el sumidero y de que por las noches haya que ponerse un cinturón que te ate a la cama y evite que amanezcas pegado al techo.
Estoy convencido de marcharme de Sydey a Brisbane y comenzar a subir a Queensland el miércoles.
Luego me voy al Taroonga Zoo y una surcoreana me propone ir el sábado a las Blue Mountains y a un concierto en el Opera House.Y acabamos sentados el Royal Botanic Garden, viendo el atardecer mientras las cacatúas pasan volando y gritando sobre nosotros a pocos centímetros de nuestras cabezas, los ibis rebuscan gusanillos en la hierba a nuestros pies y, de las ramas de los arboles nos llega el parloteo de los zorros voladores.
Y luego me quedo solo, con la opera en frente, mientras la oscuridad va cayendo.Y veo pasar los cormoranes y a las parejas cogidas de la mano.Y de los arboles me llegan cantos desconocidos de aves extrañas.Y los zorros voladores se descuelgan de sus ramas y echan a volar gritando sobre el edificio de la opera. Y en el cielo creo por un momento recocer el rabo de la osa mayor, y cuando lo sigo caigo en la cuenta de que es otra constelación totalmente distinta, que no reconozco.
Como cuando ves a una persona de espaldas, y crees que es la chica de la que estas enamorado, pero luego se vuelve y no se parecen en nada.
Pero no, no es exactamente igual, por que la chica que se vuelve siempre te parece fea, por guapa que sea, y esta constelación no era fea; era solo diferente.
Y entonces pienso, Dios, donde diablos estoy, que lugar es este tan extraño.Y siento la misma sensación que, no es desagradable, pero si inquietante por que no la se explicar. Y me pregunto por que me comporto de una forma tan extraña, haciendo cosa que no suelo hacer, como ponerme a hablar en ingles con una surcoreana y entender la mayoría de las cosas que me dice.
Y me pregunto por que quiero seguir comportandome de esta forma extraña.Y si no merece la pena esperar aun una semana para ir a Brisbane.
Total, como si no voy nunca, que mas da, lo importante, lo que me parece importante ahora es hacer solo lo que me venga en gana, sin ponerme metas, dejarme llevar por el derivar de la vida sin hacer nada, como una rama arrastrada por la corriente y ver a donde me lleva y que cosas me puede ofrecer.
No sé.
Sera Oz?. Seré yo?. Sera el llevar tanto tiempo boca abajo?.
Hoy en el Taroonga he visto los primeros kukaburras, no enjaulados, si no en libertad, volando de un lado para otro.Y sabes?, no han parado de reírse en todo el día.

Sydney, 2001.

(c) Sugarglider



lunes, 14 de julio de 2008

FW: Aterrizando.

Os dejo aquí un mail de Sugarglider.


Hola, ya estoy en Australia. Todo bien. Espero que vosotros tambien. Un beso. Sugar.


P.D:
Tenia que hacerlo, tenia que mandarte un mensaje asi. No podia evitarlo. Bueno, la verdad es que no queria evitarlo, pero aunque hubiese querido, no hubiera podido.
El viaje fue de lo mas agotador pero despues de mas de 24 horas, no he hecho el calculo, he llegado sano y salvo a Oz.
De momento estoy en Sidney, y no me defiendo mal, aunque a veces la gente me mira como si fuese un poco corto cuando me dice palabras, como por ejemplo mi nombre, que se supone que no deberia tener ningun problema para entender.
Pero es que no podeis haceros a la idea de lo que puede salir de los labios de un aussie cuando quiere pronunciar algo aparentemente tan sencillo como Luis. La mitad de las veces no me doy cuenta de que me estan hablando, por que no entiendo nadad de lo que me dicen.
Luego, cuando descubro que se dirigen a mi, empiezo a poner atencion, pero siempre comprendo el significado de la frase cuando han terminado de decirmela y estan empezando con otra, asi es que me tienen que repetir todo varias veces hasta que lo entiendo, pero supongo que solo es cuestion de un poco de tiempo y de hacerme el oido.
Por suerte he conocido a Juan, un amigo costarricense de Belen que vive en Sidney y ha decidido tomarme bajo su proteccion, y, aunque estoy solo la mayor parte del tiempo, al menos se que tengo alguien a quien recurrir si se me presenta un problema realmente grave.
Australia es alucinante. Alli a donde miras hay algo distinto de ver que no habias visto nunca.
Esta manana he estado en el jardin botanico, y creo que podria pasarme solo alli los dos meses sin dejar de asombrarme y ver cossas nuevas: los arboles mas extranos que os podais imaginar, cacatuas, bandadas de loritos arcoiris, pelicanos, ibis, un monton de pajaros y una colonia de zorros voladores que dormitan cabeza abajo de las ramas de los arboles con el melancolico aspecto de paraguas olvidados en un ropero.
por la tarde he visto mi primer ornitorrincomen el acuario de Sidney. Es una gozada verlos nadar moviendo esas inmensas manos palmeadas mientras revuelven la arena con su pico de pato. Alucinante. Espero tener suerte y poder verlos en libertad.
Me siento muy agusto en Australia, es casi como estar en casa, un pequeno reducto de cultura occidental en mitad de Asia.
La semana que viene quiero partir para Queensland, ya os contare.
Cuidaros mucho. Os quiero. Besos. Sugar.

viernes, 4 de julio de 2008

Apuntes de Selvicultura Tradicional en el Sistema Central.

Durante siglos el hombre ha aprovechado el arbolado del sistema central, creando el paisaje que podemos contenplar actualmente.

I-El Paisaje Natural.
El sistema central es la cordillera que, orientada NE-SO, divide la Península Ibérica en dos submesetas, la norte, bañada por la Cuenca del Duero, y la Sur que recoge los sistemas fluviales del Tajo, Guadiana y Júcar. (1)
En su extremo NE, el sistema central comienza en la Sierra de Ayllón, que continua hacia el sur con el pico del Ocejón (2056 m) y Somosierra, donde destaca, por su mayor altitud, la Cebollera Nueva (2127 m), llamada también el Tres Provincias, porque, muy cerca de su cima, coinciden los límites de Segovia, Madrid y Guadalajara.
Entre Somosierra y el pico de la Almenara (1260 m), ya en Robledo de Chavela, discurre la Sierra del Guadarrama, un conjunto de serrezuelas, cuya mayor elevación es Peñalara (2430 m) y que se subdivide en dos ejes principales, que confluyen formando una especie de Y a la altura del Alto de las Guarramillas (o la Bola del Mundo): los montes Carpetanos, eje central alineado entre Somosierra y la Almenara, y la Cuerda Larga, que partiendo de las Guarramillas llega hasta el pico de la Najarra, en Miraflores de la Sierra, aunque, en realidad, sus formaciones continuarían hacia el este por la sierra de la Morcuera y las sierras de Bustarviejo, hasta morir al pie de la Nacional-I en el Pico de la Miel, el último de la sierra de la Cabrera. El espacio contenido entre los dos brazos de esta Y, es el valle del Lozoya.
Más allá de la Almenara, el sistema central se adentra en tierras de Ávila a través de la Sierra de Malagón y la Serranía de Gredos. (1)
Ascendiendo por la ladera de una montaña podemos ver como, según ganamos altura y la temperatura desciende, las formaciones vegetales se van sucediendo, sustituyendo aquellas más adaptadas a los climas fríos a las que, por tener un carácter algo más termófilo, permanecen en las tierras más bajas, de una forma muy similar a lo que observaríamos si, desde las regiones ecuatoriales, viajásemos hacia os polos.
Desde tiempos de Humbolt (3), los botánicos han estudiado estas zonaciones de vegetación en las montañas, tratando de definirlas en cuanto a sus características climáticas y a su composición florística: son los llamados pisos bioclimáticos (1, 2, 3).
En el sistema central, y concretamente, en la zona que va a describir este artículo, que será el macizo de Ayllón, Somosierra y el extremo más NE de la Sierra del Guadarrama, atravesaremos, en nuestro hipotético ascenso, cuatro pisos bioclimáticos (1, 2):
El primero es el piso mesomediterráneo, que podríamos llamar piso de la encina, porque es este árbol (Quercus ilex subsp. ballota), o los jarales resultado de la degradación de sus bosques, el que domina el paisaje vegetal en las partes bajas de la sierra, aproximadamente entre los 350 m y los 800m de altitud, y alcanzando los 1300 en laderas soleadas. (1, 2)
Por encima de estas cotas, el descenso de la temperatura y el aumento de la precipitación, permiten la sustitución del encinar por otro bosque diferente, cuya principal característica diferenciadora con respecto al anterior, es el carácter caducifolio (o, con más propiedad, marcescente) de su follaje: es el robledal de roble rebollo o melojo (Quercus pyrenaica). Estamos en el piso del roble, el que los botánicos llaman piso supramediterráneo. (1, 2)
En estos dos pisos, aparece una tercera especie de árbol, cuya distribución no está sujeta a las variaciones climáticas producidas por la altura, si no a la propia humedad del suelo: el fresno (Fraxinus angustifolia), que aprovechará los fondos de valle y los lugares en los que la capa freática se encuentra cercana a la superficie. (1)
Los robledales nos acompañarán, más o menos, hasta los 1600 m. Por encima de ellos aparecerán, primeramente, los piornos (Cytisus balansae) y los pinares de pino silvestre o de Valsaín (Pinus sylvestris), especie originalmente autóctona del sistema central, si bien, actuamente, las repoblaciones han aumentado su dominio de forma artificial, y, aún más arriba, los pastizales de las cumbres (pisos oromediterráneo y crioromediterráneo, respectivamente.) (1, 2)
Debido a que, por su temperatura algo más alta, resultan los más confortables y productivos, los pisos meso y supramediterráneo, los dominios de la encina y el roble, fueron los elegidos para establecer los asentamientos humanos y han sido los más poblados y, posiblemente, los más modificados desde épocas tempranas.
Las tierras más altas, la Sierra, como la llaman los vecinos, solo eran aprovechadas, durante los meses de primavera y verano, por los pastores, a menudo trashumantes, y por los hacheros y gabarreros que explotaban el pinar.
En este artículo voy a centrarme en la explotación tradicional del arbolado de los pisos meso y, supramediterráneo, y en como esta explotación, que se ha venido realizando durante siglos, ha transformado el paisaje hasta darle el aspecto que tiene actualmente… un paisaje de carácter agropecuario y gran interés no solo ecológico, si no también histórico y antropológico que, debido al abandono y a la proliferación abusiva de infraestructuras y urbanizaciones de lujo para segunda residencia, esta cada vez más cerca de desaparecer.



II-El Paisaje Humano.
Es algo sabido, y a menudo expresado, por los habitantes de las grandes urbes, que "el campo es de todos”.
Pero el campo no es de todos. Por poco romántico que este hecho pueda parecernos a los urbanitas, el campo tiene dueño. Cada pedazo de terreno, aunque no esté cercado por un muro o una alambrada, pertenece a alguien desde hace generaciones, ya sea a un ayuntamiento, a la administración o a un vecino del pueblo…
Una consulta a los mapas del catastro de rústica de cualquier municipio, nos revelará claramente este hecho, pero puede ser mucho más interesante y divertido, preguntar a un vecino que, sobre todo si tiene cierta edad, sabrá orientarse perfectamente en el monte, y encontrar sus tierras en medio de un jaral o un pastizal tomando como referencia los accidentes del terreno y algún mojón que, tras los años de abandono y soledad, aún se mantienen valientemente ocupando su puesto.
Sin demasiada práctica, nosotros mismos podemos descubrir esta parcelación observando, por ejemplo, los cordones de tierra que, antiguamente, acumulaba la última pasada del arado, en los límites o ribazos de las fincas, o los aterrazamientos, que a veces muy levemente, aún pueden observarse en las laderas.
Porque, una buena parte del terreno que hoy vemos cubierto de pastizales, jaras, tomillos o chaparras, antiguamente se sembraba de cereal: trigo, en las tierras mejores (“ese es buen sitio para poner un pan”, dicen en algunas partes de Guadalajara de una tierra adecuada para cultivar trigo), y centeno en las más frías y pobres, a veces casi hasta las mismas cumbres de los cerros, mientras que las vegas de los arroyos, y aquellas fincas que, por ser atravesadas por regueras, disponían de agua, se dedicaban al cultivo de especies hortícolas.
Además, existía una importante cabaña ganadera, de cabras y ovejas y también algunas vacas, que se mantenían tanto por la leche, como para ser utilizadas en las labores del campo.
Ante toda esta presión humana, el bosque quedaba relegado a las escasas matas que crecían en los ribazos, en algunas fincas particulares y en las dehesas.
Las dehesas, antiguamente defessas, eran originariamente montes que se cercaban y reservaban para pastorear en ellas el ganado de labor de sus propietarios (de ahí el término dehesa boyal, o bueyal, como dicen algunos ancianos de la sierra). Los fueros del s.XII, vedaban las dehesas, junto con los trigales, viñedos, prados de siega y huertos, a la entrada de los ganados trashumantes, con el fin de defender a los propietarios de los abusos de la Mesta. (3)
La mayoría de las dehesas actuales provienen de antiguos montes comunales o bien de antiguas propiedades de la Iglesia o de particulares (3). Algunas son propiedad de sus ayuntamientos respectivos (son, pues, montes públicos), gestionados por el organismo competente de cada Comunidad Autónoma, mientras que otras son fincas de titularidad particular como la Dehesa de Santillana, en el término municipal de Puentes Viejas.
En las dehesas, el monte fue aclarado para abrir pastos que alimentasen al ganado, pero también se reservaron ciertas zonas de arbolado que, además de servir de refugio a los animales domésticos, podrían ser explotadas por los vecinos de los pueblos.
Todo árbol debe tener equilibradas sus partes aéreas y radiculares porque entre ellas se establece un ciclo en el que, las raíces, absorben el agua y las sales minerales que, posteriormente, las hojas, mediante la fotosíntesis, trasforman en compuestos orgánicos, los cuales a su vez, alimentarán a las células de las raíces…
Al cortar un árbol o podarlo de forma abusiva, se produce un desequilibrio entre estas dos partes, ya que el volumen de copa que queda después de la operación resulta insuficiente para alimentar el sistema radicular.
En respuesta a la agresión, el árbol produce una brotación exagerada a partir de yemas durmientes situadas en el tronco, las ramas o, incluso, en las raíces.
No todas las especies de árboles tienen esta peculiaridad; los cedros y la mayoría de los pinos, por ejemplo, mueren al ser cortados porque no conservan yemas vivas en sus cepas.
En cambio, la encina, el roble melojo (o roble negral, como lo llaman en La Hiruela) y el fresno, sí que tienen un buen número de ellas, lo que les confiere una gran capacidad para aguantar las podas e incluso, para rebrotar de nuevo cuando son cortados a ras de suelo.
Esto propició el aprovechamiento tradicional de estos árboles en régimen de monte bajo, es decir, mediante cortas periódicas del bosque, que no se regenera luego por semilla, si no a partir de renuevos.
El paisaje del monte bajo está constituido bien por una serie de corros de árboles más o menos aislados, bien por masas continuas de variable extensión, pero cuyos pies tienen el origen común en el rebrote de unas cuantas cepas. Estos bosquetes reciben el nombre de matas.
A menos que el abandono les haya permitido evolucionar, suelen ser formaciones densas, con árboles de poco grosor, por haber crecido en espesura y a los que no da tiempo de alcanzar mucha altura, ya que se vuelven a cortar de nuevo a los pocos años.
Cuando los árboles tienen aún pequeños se les llama chaparras, en el caso de los montes de encina, y rebollos, si se trata de un monte de robles (“esto que va a ser un roble, esto es un rebollo”, me decía, no sin cierta sorna, un abuelo de Horcajuelo de la Sierra, “los robles son los grandes”).
Antaño, cuando las cepas de roble empezaban a agotarse tras años y años de cortas (recepados), se las desgajaba con yuntas de bueyes y de los pedazos de tocones y raíces que quedaban enterrados en el suelo, “brotaba el monte con más fuerza” (Horcajuelo de la Sierra). Durante la Guerra Civil, que llegó a destruir casi en su totalidad a municipios como Gascones o Paredes de Buitrago, era tal la escasez de leña, pues el ejército la acaparaba toda, que incluso estas cepas y raíces fueron quemadas en las cocinas para calentarse.
Al no producir generalmente, madera gruesa, el monte bajo de encina y roble se utilizó para la obtención de leñas y, sobre todo, para la fabricación de carbón, que luego se vendía a las villas y los reales sitios de Madrid y Segovia. (4)
Las diferentes matas de roble de las dehesas se carboneaban a turnos de siete años. (4) Cada una tenía su propio nombre, bien conocido de los paisanos (la mata de los tejones, en Braojos de la Sierra, la mata la rana, en Villavieja del Lozoya, las matas rastreras, en Montejo de la Sierra…).
No se cortaban todos los árboles, si no que, más o menos espaciados, se dejaban algunos ejemplares salteados que reciben el nombre de resalvos, (y cortar dejando resalvos es hacer un resalveo).
El regenerado que aparece tras la corta recibe el nombre de tallar, y antiguamente era escrupulosamente guardado a la entrada del ganado durante los primeros años. Algún pastor recuerda todavía la multa que le puso el forestal por “no haber guardado el tallar” y dejar que se le colaran las cabras dentro (La Puebla de la Sierra).
En la Dehesa de Braojos se pueden ver aún hoy en medio del bosque, alineaciones de viejos robles que ascienden por la ladera en línea perpendicular a las curvas de nivel, y que los vecinos conocen como rúbricas. Estas rúbricas no son más que un tipo especial de resalvos que se dejaban para marcar los límites de las distintas superficies a cortar cada año, y su presencia en nuestros días tiene bastante mérito, pues son supervivientes de la Guerra Civil, cuando el ejército cortó la casi totalidad de dehesa a matarrasa para cocinar y calentarse.
Hay alineaciones de este tipo también en la Dehesa del Bardal, en el municipio de Gascones, pero no estoy seguro de que se deban al mismo motivo.
Los carboneros, también llamados fabriqueros o montaraces (4), debían pagar una licencia al ayuntamiento para el aprovechamiento de las matas de roble de las dehesas. El carboneo en las dehesas municipales vedaba a los vecinos el aprovechamiento de leñas en las mismas, lo cual, a veces, causaba descontentos entre los paisanos (Montejo de la Sierra).
Eran famosos y bien conocidos en el valle del Lozoya y hasta Robregordo y Somosierra, los carboneros de Navarredonda, alguno de los cuales vive todavía, y que al nombre de su pueblo valían el mote con los que los conocían sus vecinos: los “navarros”.
En la mayoría de las dehesas de roble (Braojos de la Sierra, Prádena del Rincón, Horcajuelo de la Sierra, Montejo de la Sierra…) es posible reconocer hoy en día las antiguas carboneras. Se ven primero como llamativos claros en medio del bosque, y si nos acercamos a ellas, veremos que el terreno suele estar explanado, en un contorno más o menos ovalado. Rebuscando entre la hierba, o, a lo mejor, en los montones de tierra excavados por los topillos, aún podremos encontrar restos de carbón… es tanta la cantidad de cenizas acumuladas a lo largo de los años, que ni siquiera hoy en día los robles son capaces de volver a colonizar el terreno de la carbonera.
El proceso de elaboración del carbón está comentado con detalle en el excelente libro de Julio Vías citado en la bibliografía, pero yo quería hacerle el añadido de un término que no recoge y que a mí me contó en una tarde de agradable charla uno de los últimos “navarros” de Navarredonda: hacer hiladas, que era colocar la leña en filas sucesivas alrededor del eje central de la hornera.
Con la llegada del gas, la luz eléctrica y la calefacción central, el viejo oficio de los carboneros ha acabado por extinguirse.
Hoy en día, el aprovechamiento de la encina y el roble en las dehesas de la sierra es exclusivamente, y también cada vez menos, para leñas, que se distribuyen ente los vecinos en forma de lotes denominados suertes.
Una vez decidido el cuartel del monte en el que se van a hacer las suertes de leña, los agentes forestales de la comunidad autónoma correspondiente determinan los resalvos a respetar, y se reúnen con los vecinos y un representante del ayuntamiento en el monte para partir las suertes: la superficie concedida para ser cortada se divide en tantas partes como vecinos interesados hay, se numeran los lotes, y luego se sortean.
La suerte se concede por un año, durante el cual, cada vecino, tiene el derecho a cortar todos los árboles de su suerte, a excepción de los resalvos marcados por la guardería, y la obligación de, al final del periodo de aprovechamiento, dejarla limpia de leñas y támaras (las ramas finas que, antes, solían usarse para encender pero que, hoy en día, se suelen quemar en el mismo monte). También deben dejar los tocones bien cortados, a ras de suelo (no a medio metro “pá que se apoye el mochuelo”), y con los cortes planos, no sesgados (“a oreja de burra”), que luego “los pisa una vaca y se jode”.
La forma tradicional de corta de encina y roble, a ras de suelo, tenía el problema de que, como he dicho antes, el tallar debía ser guardado durante los primeros años a la entrada del ganado, hasta que los arbolillos alcanzaban cierto tamaño y ya no corrían peligro de ser dañados por los animales.
En algunos municipios, y en el caso del roble, esto se solucionó de una forma simple: podándolo en altura. Hay ejemplares así en Montejo de la Sierra, la Hiruela (donde uno de ellos, recogido en el Catálogo de Árboles Singulares de Madrid, tiene hasta nombre propio: el Roble Bastián), pero, sobre todo, en la Puebla de la Sierra.
En la provincia de Segovia, es mucho más frecuente ver estos grandes roblacos, con su copa en forma de candelabro (a lo largo de toda la N-110, entre Santo Tomé del Puerto y Torrecaballeros, por ejemplo, pero es un buen sitio la dehesa de Prádena de Segovia, donde antaño se hizo buen carbón de acebo(4), y en laque hay varios de estos ejemplares. En la cruz de uno de ellos, lo suficientemente grueso como para necesitar los brazos de dos personas para abarcar su tronco, crece un pequeño acebo que tendrá unos diez cm de diámetro).
Pero el árbol que, tradicionalmente ha recibido esta poda en altura, ha sido el fresno.
Esta especie, por su necesidad de humedad edáfica, ocupa suelos capaces de producir excelentes pastizales, y podándolo en altura (trasmochándolo) se podía compaginar la utilización de su madera (generalmente para la confección de mangos de herramientas) con el aprovechamiento de los ricos pastos por parte del ganado que no alcanza, en cambio, a dañar su rebrote.
Tenemos así el hermoso paisaje de las fresnedas adehesadas: los viejos árboles de troncos gruesos con una o, a veces, varias protuberancias redondeadas (cabezas de gato), de las que salen las ramas como un penacho.
Al fresno se le empezaba a dar esta poda desde que era muy jovencito, al alcanzar más o menos los dos metros. Hasta entonces “no es un fresno, es una fresniza. Pá que se haga fresno hay que trasmocharla, si no se seca” (Horcajuelo de la Sierra).
Luego solían podarse cada seis o siete años. Si el fresno llegaba a echar la barda (sus semillas en forma de sámara), es que se había pasado mucho tiempo sin cortar “y ya se seca y no vale pa ná” (Horcajuelo de la Sierra).
La poda se hacía a finales del verano, cuando ya se habían agostado los pastos pero el árbol aún no había tirado la hoja, con el fin de dársela a comer al ganado en una época en que empezaba a estar falto de alimento. Esta hoja ofrecida, en la misma rama cortada a los animales, es el ramón.
Este ramón “se les daba a las cabras que les gustaba mucho” (Rascafría), o bien “el ramón de la dehesa se guardaba para el toro” (Horcajuelo de la Sierra).
La dehesa de Villavieja del Lozoya es una dehesa pura de fresno. Los árboles son muy viejos, probablemente centenarios, y se continúan trasmochando como antaño, aunque ahora principalmente, para leña.
Aquí los forestales numeran cada año unos cuantos pies, que, por lotes, se adjudican en forma de suertes a cada vecino que los solicita a través del ayuntamiento. También se trasmochan los fresnos de forma regularen Pinilla del Valle, Prado Herrero (Manzanares del Real) y Navafría (ya en Segovia), entre otros sitios…
No hace falta decir que estos grandes árboles, ahuecados por los años y las podas, sirven de refugio a infinidad de animales.

III-Consideraciones finales: el Ayer y el Hoy.
El éxodo rural hacia las ciudades ha provocado el abandono de gran parte de estas prácticas tradicionales. Como resultado, el monte recupera terreno, invadiendo lo que antes eran labrantíos (“toda esta gente no estaba aquí antes”, decía un paisano de Horcajo de la Sierra refiriéndose a las matas de rebollo que crecen ahora en lo que el conoció como trigales y centeneras).
El paisaje cambia de nuevo.
También la fauna: la caza menor, a falta de sembrados en los que alimentarse, ha desaparecido casi por completo. “¿Perdices aquí antes? ¡Huy hijo! ¡Más que estrellas!” (Berzosa del Lozoya). Ahora unas pocas despistadas, y aún menos liebres y conejos. En cambio, al abrigo de jarales y zarzales, regresan las corzas y los jabalines, y el lobo asoma ya en Guadalajara y Segovia, habiendo incluso llegado a matar en Somosierra.
Los viejos de los pueblos (y los no tan viejos) se duelen de este abandono: “el monte está perdido”, dicen al ver llenarse las fincas de espinos, zarzamoras y rebrotes de fresno que ya casi nadie se preocupa de limpiar.
“El monte se seca porque ya no se corta”. “Antes se cortaba y había mucha más leña que ahora” “Si se dejan muchos resalvos se lo chupan todo y ya no sale monte”. “Si se corta el monte, sale con más fuerza”.
Si no creo en la certeza absoluta de todas estas afirmaciones, oídas tantísimas veces en los pueblos de la sierra, no ignoro, en cambio, que guardan mucha verdad.
Cuando se corta sale más monte, y sale con más fuerza, porque, como he dicho más arriba es la manera que tiene el árbol de defenderse.
Si no, se muere.
Los robles y las encinas aguantan este tipo de tratamiento, pero eso no quiere decir que les favorezca.
“Si el monte no se corta se avieja y se muere. Es como la vida, si tu vas a una residencia ¿qué ves allí?, pues solo penas y enfermedades, porque todo está reviejo. Pero si vas a una guardería son todo risas y alegrías… el monte es igual” o “Pasa como contigo, si no te cortas nunca el pelo ni te afeitas, al final acabas lleno de piojos, pero si te lo cortas, luego te sale con más fuerza” (Horcajuelo de la Sierra).
Por supuesto que al cortar el monte este se regenera y rejuvenece, pero, como lo hace a partir de rebrotes, es decir, mediante reproducción vegetativa, todos los rebollos y chaparras que salen son, en realidad, el mismo individuo, que está oculto bajo tierra como una cepa revieja, quien sabe durante cuantos cientos de años recepada un turno tras otro. Es necesario permitir la reproducción sexual de los árboles mediante la regeneración de bellotas. Pero ¿podrán estas viejas cepas producir frutos viables otra vez, o ya están demasiado debilitadas?
En cualquier caso, los paisanos tienen su parte de razón: será porque ya no se corta y al crecer tan espesos los renuevos se asfixien unos a los otros, será porque, efectivamente las cepas están reviejas, o porque es verdad que, cada vez, hace más calor y llueve menos, pero mientras en ciertas zonas, el monte, el solito, se regenera, en otras, donde se ha venido cortando durante generaciones, los rebollos se puntisecan y se mueren, sin que, a veces, se tenga muy claro el por qué.
“Si el fresno no se trasmocha, se seca.”
Buenos ejemplos hay en la casa de Campo de Madrid, que demuestran lo contrario, no tiene porqué secarse un fresno que nunca ha recibido trasmocho, pero es totalmente cierto, que, si una vez que se le ha empezado a dar este tipo de poda, se le abandona, al final el peso de las ramas sobre un tronco que, con el paso de los años, lo más probable es que esté totalmente hueco, acaba desgajándolo.
Esta selvicultura tradicional se fue creando a lo largo de los siglos no para beneficiar al arbolado, si no al ser humano que lo aprovechaba y que tuvo la suerte de encontrar unas especies que resistían este trato. Estas prácticas, que compaginaban el uso ganadero con el forestal, permitieron la creación de un paisaje en mosaico, peculiar, tremendamente diverso desde el punto de vista de la fauna y la flora y con un gran interés etnográfico… ¿sería posible conservarlo por todos estos motivos?
O, a lo mejor, solo porque, como me decía una vez un vecino de la sierra “porque es mi pueblo y me gusta verlo así”.
O, a lo mejor, ya que todo el mundo tiene en su casa calefacción y cocina eléctrica o de gas, es preferible dejarle evolucionar a su estado más prístino y natural.
O tal vez haya suficiente espacio en el monte para dedicar algunas zonas a la conservación de las labores tradicionales y otras a la simple regeneración natural del ecosistema…
Buen debate mientras, en el horizonte, a la sombra de una parodia de parque nacional que protegerá buena parte de lo que ya está protegido y, estratégicamente, dejará fuera de sus límites las regiones mejor conservadas de la sierra, se perfila la silueta de una ciudad con seis millones habitantes, convencidos de que la mejor forma de conservar la naturaleza es comprarse una parcela en rústico y plantar una casa de madera prefabricada.

BIBLIOGRAFÍA:
-(1) Izco, J. Madrid Verde. Instituto de Estudios Agrarios, Pesqueros y Alimentarios. Madrid, 1984.
-(2) Luceño, M. y Vargas, P. Guía Botánica del sistema central Español. Ed.Pirámide, S.A. Madrid, 1991.
-(3) Los Bosque Ibéricos. Una interpretación geobotánica. Varios Autores. Editorial Planeta S.A. Barcelona, 1998.
-(4) Vías, J. Memorias del Guadarrama. Historia del descubrimiento de unas montañas. Ediciones la Librería. Madrid, 2002.

Publicado inicialmente por Sugarglider en http://www.celtiberia.net/

lunes, 23 de junio de 2008

La Hierba de San Juan



Se la cultivaba en los jardines medievales y tenía fama de sanar a los endemoniados.
En los poros negros del envés de sus hojas, los adivinos vaticinaban el futuro y se la hacían comer a las brujas para que confesasen sus tratos ilícitos con Satanás.
Tomada en infusión, como si fuera té, tiene propiedades tónicas y con las hojas se hacía cataplasmas para curara las heridas.
En francia la cortaban la noche de San Juan y la hacían pasar tres veces por encima de las llamas de la hogera, diciendo: San Jan la granó!
Luego hacían cruces con los ramilletes y las colgaban a la entrada de las casas y las cuadras, para impedir el paso a los malos espíritus.
Yo he escuchado que si la cortas a la media noche de San Juan, la prensas y la guardas todo el año, te concede el deso que le pidas.
Pero ojo... tienes que cortarla justo al dar la media noche.
Si no no vale.

miércoles, 11 de junio de 2008

Cyrano de Bergerac

En 1619, hijo de un abogado del Parlamento, nacía en París Savinien de Cyrano.
Al poco de nacer el niño, su familia se traslada al solar del padre, Bergerac, en la Borgoña, pero hacia 1632, regresan a París.
Irreverente, aventurero, y pendenciero, estudió Humanidades y, a los veinte años, haciéndose pasar por el señor de Bergerac, ingresó como cadete en el Regimiento de Guardias, bajo el mando de Carbón de Castel-Jaloux.

Son los cadetes de la Gascuña que a Carbón tienen de capitán. Ojos de lince, pies de garduña, aman y riñen por donde van. Cualquiera de ellos la espada empuña con indomable, fiero ademán. Son los cadetes de la Gascuña que a Carbón tienen de capitán.”

Conocido a partir de entonces como Cyrano de Bergerac, Savinien sirvió durante dos años en el ejército, hasta que una estocada en la garganta durante el sitio de Arras le retira de la vida militar.
A partir de entonces, se dedicó a la escritura, de tipo satírico y burlesco y estuvo en contacto con otros escritores de similares tendencias, como el genial Jean Baptise Poquelín, alias Molière. Escribió algunas obras de teatro (Agripina, El Pedante Burlado) y satíricas como El otro mundo, o los Estados e Imperios de la Luna (según los críticos, su obra más importante) y la Historia Cómica de los Estados e Imperios del Sol.

El pensamiento de Savinien está influido por las obras de Descartes, Gassendi y Bruno, así como por las del alquimista Paracelso.
Se convierte en defensor a ultranza del amor libre y de la juventud, que considera la edad del hombre que debe recibir mayores atenciones en orden a su desarrollo, y defiende una concepción materialista del mundo en la que todo, incluso el alma, está compuesto por átomos que, a la muerte, se disgregan para luego reorganizarse en otras formas de vida.

En 1655, con solo treinta y seis años de edad, una viga se desprende de un andamio golpeando a Savinien en la cabeza y provocando su muerte. ¿Accidente o atentado?

“De una limpia estocada, morir, atravesado de acero el corazón. Tal era mi deseo. Ved que contradicción: morir asesinado, mientras cruzo una acera, por culpa de un lacayo y un trozo de madera”.

Dos años después de la muerte de Savinien, su amigo Le Bret publicó El otro mundo, o los Estados e Imperios de la Luna. Versión, por cierto, previamente expurgada, pues en esta obra Cyrano, echando mano de los conocimientos científicos de la época para explicar los fenómenos de la naturaleza, ridiculiza la religión, negando la existencia de los milagros o la virginidad, y se atreve a afirmar que es la tierra la que gira alrededor del sol, lo que poco más de veinte años antes, había estado a punto de costarle a Galileo la muerte en la hoguera.
Así mismo, Le Bret escribió una biografía de su amigo, en la que ciento cincuenta años después se inspiraría Edmond Rostrand para componer su tragicomedia.

Savinien tuvo una prima de nombre Roxana Madeleine Robineau, nueve años mayor que él, que casó con el señor Christophe de Neuvillette.
El matrimonio solo duró seis años. Regresando a su hogar después del asedio de Arrás, Neuvillete cayó víctima de una emboscada y fue asesinado. Madeleine buscó entonces el consuelo de la religión y se retiró al convento de las Hermanas de la Cruz.
Precisamente la priora del convento, la hermana Catherin, era la hermana de Savinien, y, por lo tanto, prima también de Madeleine.

Constant Coquelín era, a finales del siglo XIX, uno de los actores más celebrados de Francia, y ampliamente reconocido en el resto de Europa, pero era un hombre bajito, gordo, feo de rostro y voz chillona.
Tartufo y el Enfermo Imaginario le habían granjeado la fama, pero tenía ya cincuenta años y su físico “peculiar” le vetaba el acceso a multitud de papeles, condenándole a un encasillamiento en los personajes de siempre.
Entonces le propuso a Edmond Rostrand que compusiera en el Cyrano, un personaje a la medida para él.

De Edmond Rostrand se dice que era un tipo vanidoso y presuntuoso. A los treinta años de edad, aún era un oscuro dramaturgo, que había obtenido escasos éxitos y vivía gracias a la fortuna de su esposa, Rosemonde Gérard, si bien su manejo del verso era ya, en esa época, envidiable. Rostrand aceptó el encargo de Coquelín, tomó la biografía de Le Bret y los libros de Savinien. Trasformó a Roxana Madeleine Robineau en Roxana Madeleine Robin, a Christophe de Neuvillette en Cristián de Neuvillette. Inventó completamente el amor imposible de Cyrano por su prima… y compuso una tragicomedia inmortal.

Cyrano, corazón soberbio, irreverente, orgulloso, independiente, pendenciero, irascible (“¿Y qué tengo que hacer?¿Buscarme un valedor poderoso, un buen amo/y, al igual que la hiedra que se enrosca en un ramo/buscando en casa ajena protección y refuerzo,/trepar con artimañas en vez de con esfuerzo?/No gracias.”); tan hábil con la espada como con el verso (“Decid ¿sois pavo o cordero?/Permitid que me decante/por el pavo, que es ligero,/ y, como vos, arrogante./¿Por donde os trincho primero?/Recordad que soy austero,/pero no olvidéis tampoco/que al fin de la estrofa… os toco”)… amante dulce, leal y generoso (“Porque tiemblas cual hoja, y la causa soy yo./Porque siento que tiemblas, y lo quieras o no,/el temblor de tu mano enardece el jardín/desciende por las ramas y estalla en el jazmín.”)

La amistad de Le Bret: “Hazte el soberbio a gritos, porque nadie se entere,/pero a mí dime solo: Roxana no me quiere.”

La divertidísima escena XIII del acto III, en la que, para ganar tiempo y permitir la boda entre Roxana y Cristián, Cyrano entretiene a De Guiché contándole su viaje a la luna (“Os gustaría de mis labios, oír/como está hecha la luna, y si hay alguna traza de vida entre los pliegues de esa gran calabaza.”), guiño de Rostrand a El otro mundo, o los Estados e Imperios de la Luna, del auténtico Cyrano…

De este último no podemos encontrar muchas de sus obras traducidas al castellano. Yo sólo conozco dos: El Pedante Burlado y, la citada más arriba, El otro mundo, o los Estados e Imperios de la Luna.
Son lecturas ingeniosas e interesantes. Muy recomendables.
Pero, para mi gusto, nada como abrir al azar el libro de Rostrand, y perderse en las inmortales peripecias de su genial protagonista, y en sus versos divertidos y románticos, que tal vez no hagan del todo justicia al personaje histórico, pero que está llenos de ingenio y sentido del humor.

Cantar, soñar, en cambio. Estar solo, ser libre. Que mis ojos destellen y mi garganta vibre. Ponerme, si me place, el sombrero al revés, batirme por capricho o hacer un entremés. Trabajar sin afán de gloria o de fortuna. Imaginar que marcho a conquistar la Luna. No escribir nunca nada que no rime conmigo y decirme, modesto: ah, mi pequeño amigo, que te basten las hojas, las flores y las frutas, siempre que en tu jardín sea donde las recojas.

Edmond Rostrand. Cyrano de Bergerac Acto II, Escena VIII (Todas las citas de la obra corresponden a la traducción de Jaime y Laura Campmany reseñada en la bibliografía).

Bibliografía:

-Rostand, E. Cyrano de Bergerac. Prólogo de Jaime Campmany. Traducción Jaime y Laura Campmany. Ed. Espasa Calpe, S.A. Madrid 2003.

-Cyrano de Bergerac. El otro mundo, o los Estados e Imperios de la Luna. Introducción de Pollux Hernúñez. Ed. Anaya. Madrid 2001.

-Cyrano de Bergerac. El pedante burlado. Ed.mra. Barcelona, 1999.

Publicado inicialmente por Sugarglider en http://www.paxceltibera.worpress.com/

viernes, 18 de abril de 2008

Pasaje a la India


"Si se exceptuan las Cuevas de Marabar- y están a veinte millas de distancia-, la ciudad de Chandrapore no tiene nada de extraordinario. Limitada, más que bañada, por el Ganges sigue su curso por espacio de más de dos millas y apenas es posible distinguirla de..."
E. M. Foster.
Pasaje a la India.

A veces un libro me atrae, me parece interesante y decido leerlo. Y luego, por la razón que sea, resulta que no me gusta, que me aburre y que me cuesta acabarlo...

Con algunos de estos libros no comprendo muy bien porqué me pasa, porqué sintíendome enganchado por las primeras líneas y trasportadio de pronto a otro paisaje y a otro lugar, según voy avanzando, el aburrimiento se apodera de mí y la lectura se me vuelve pesadísima. Pero como no comprendo el porqué, pienso que es cosa mía más que del libro, y, al cabo de un tiempo, decido darles (o darme), otra oportunidad.

Con algunos, la segunda oportunidad no funciona tampoco (por ejemplo con Faulkner. No puedo con el. Y mira que me gustaría leer a Faulkner, para ser un intelectual, como dicen en Amanece que no es poco. Pero es que no hay manera, que le vamos a hacer).

Con la mayoría, sin embargo, la "segunda oportunidad" me vale para redescubrir un libro maravilloso, del que sigo sin saber porqué no lo disfruté la primera vez... Pero como a la segunda me lo he pasado bien, bueno, pues ya no me preocupa. Hace poco le dí (me dí) la segunda oportunidad a Pasaje a la India, y me encantó. Me daba rabia que un libro que empezaba de una forma, para mí tan atractiva y sugerente, no fuera capaz de engancharme, pero supongo que es que la primera vez no fué el momento. Ahora he descubierto una maravillosa historia de amistad.

Es verdad que la acción es muy lenta (esto no es más que una apreciación mía, claro, pero a mi la atmósfera del libro me recordaba un poco a la de las obras teatrales de Chéjov, donde parace que no pasa nunca nada, donde el tedio y la desidia parece que lo invaden todo...) Me resultaba algo así... los ingleses aburriéndose lejos de su país (y añorándolo) en un lugar que no comprenden y pretendiendo inculcar a sus habitantes una forma de vida que no es la suya y que, por lo tanto, tampoco pueden comprender... y el calor, que cada vez se va haciéndo más y más fuerte, y parece sofocar a todos los personajes (hasta que al final del libro, llegan de nuevo las lluvias, vivificadoras y regeneradoras)... Parece que no pasa nada, pero en el fondo subyacen todas las tensiones del choque entre culturas totalmente opuestas... y no me aburrí ni una sola vez, estuve completamente enganchado toda la lectura.

Publicado inicialmente por Sugarglider en http://www.paxceltibera.wordpress.com/